24 de mayo de 2005

Las sagas catalanas I

Esto me sucedió hace año y medio, he buscado en mi diario y lo he pegado. También hay cartas de Limuk, que ya veremos si pongo o no. Viene a colación de mi comentario sobre estas Sagas y El campamento Ewok que hago en otro post. Iré poniendo pedazos. Próximamente en sus pantallas.
Estimados Sentientes:

La semana ha comenzado para mí de la forma más extenuante posilble. Ayer por la noche regresé de un viaje a Barcelona y del Infierno. Por supuesto que cualquier cita laboral sorpresiva sienta fatal en el ánimo de cualquier persona, máxime cuando te avisan un domingo por la tarde de que te esperan a varios cientos de quilómetros en unas horas.

Llegué al hotel donde celebraríamos la reunión. con sólo una escasa media hora para recomponer el tipo, revisar los papeles y tomarme un café para remediar la cara de pan que lucía como consecuencia de una noche insomne. Este hotel de la Ciudad Condal sería el escenario de la reunión a nivel nacional de colaboradores y distribuidores de mi empresa y en la que yo actuaría presentando noticias económicas como para aburrir a Rodrígo Rato. La sala de reuniones díafana, con pantalla y proyector, sistema de megafonía y botellines de agua a discreción fue el lugar que escogí para ordenar mis papeles, aprovechando que ni Cristo osaría arrimar el morro antes de la reunión, dándose todos la anticipada cita de precalentamiento en el bar. Bueno, y ahí viene lo peor. Me encontré con mi ex novio. Más bien me encontró él a mí.
Mi ex me sorprendió mientras intentaba, sin demasiado éxito, encontrarle cierto sentido a unas comparativas que había preparado el día anterior de madrugada, cuando ví aparecer un pantalón de chándal de microfibra ante mí. Al levantar la vista, me saludó, con una gran sonrisa y con la misma naturalidad que si ayer mismo hubiéramos estado hablando del sentido del Universo. No se notó demasiado mi turbación, por demás momentánea, porque me hice la distraída mientras recogía las comparativas y los ratios del suelo en una bonita imagen estilística. Tras preguntarle lo más amablemente que pude el motivo de que se encontrara precisamente allí, me anunció que venía por nuestra reunión. En concreto, para la sesión de la tarde. Desengaché mi mandíbula justo a tiempo para inquirir más sobre la cuestión, puesto que no veía la relación en absoluto entre una reunión de cuentas de mi empresa y su persona. Mi jefe, después de haber leído "Inteligencia Emocional" (sí, sí, Coleman), decidió que un training de grupo era lo que hacía falta para encaminar los pasos de la empresa hacia la excelencia.
Mi sorpresa, estupor y sobresalto fueron mayúsculos, aunque menores a los niveles de adrenalina que estaba generando salvajemente. Intenté sosegarme, pero las cachas y el aspecto saludable de mi interlocutor, unidos a su diplomática y postiza forma de hablar ("que buen tiempo hace, qué hotel más bonito, estás más delgada, ect.") dificultaban el buen término de tan titánica tarea. Gracias sean dadas a los dioses, mi teléfono móvil empezó a sonar de forma harto hortera, y yo, para no ser menos, lo cogí con la impaciencia de cualquier Ally Mc Beal de tres al cuarto. Hay momentos en los que una se odia verdaderamente a sí misma. Era Limuk, mi enfado se templó momentáneamente. Le conté cómo estaba el patio, y le informé de que sí, había llegado bien del vuelo. "Ánimo, guapa". Así, esperé hasta la tarde para darle rienda suelta a mi furor.

(CONTINUARÁ)

1 comentario:

harey dijo...

Vista la aceptación del público, habrá que contar el emocionante final de las Sagas.