18 de noviembre de 2005

Camino de la cama

Resulta que un día indeterminado de esta semana indeterminada e interminable, me levanté con un dolor ronroneante y pesado en mi hombro izquierdo, dolor de moratón, dolor de golpe bastante molesto, que en los brazos de las féminas humanas aparece semanas después con elegaqntes tonos verdes y morados. A mí la piel verde siempre me ha parecido muy bonita, pero sé que a los terráqueos os pone de los nervios.


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Aunque no os lo creaís, en la Colonia Gogol este aspecto rompe y rasga.




Me sorprendí, al incorporarme y notar algo rasposo en mi rodilla izquierda, comprobando que, efectivamente, tenía una costra de sangre bastante grande, y la piel aparecía despellejada como si me hubiera pegado una caída fenomenal.

Entonces, oh, milagro, sin haber tomado el gfé con especias que necesito todas las mañanas para empezar a detener la fotosíntesis y comenzar con la combustión química del alma, me di cuenta de que parecía que me hubiera caído durante la noche.



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¿Debo preocuparme, doctor?




Miré mi cuarto. Inofensivo y revuelto, como siempre.
Miré la puerta de mi cuarto. Cerrada.
Miré mi rodilla. Despellejada.
¿Dónde leches he estado?

5 de noviembre de 2005

Las Sagas Catalanas IV

(Por Limuk)

Estimados Sentientes:

Continúo con la narración de los extraordinarios sucesos que les referí en mi última carta, con el exclusivo ánimo de hacerles partícipes de lo que únicamente cabe calificar de epopeya moderna, a la luz de los luctuosos episodios en que, indirectamente, me vi envuelto.
Supongo que su memoria guardará un vívido registro de mi anterior misiva, de modo que omitiré realizar consideraciones introductorias. Obviamente, la fugaz conversación con Harey había sembrado de inquietud mi ánimo. Volví a la labor investigadora propia de mi rutina laboral, buscando una distracción de mis torturadas cavilaciones y -a qué negarlo- con la esperanza de atisbar un rayo de luz en la tenebrosa trama inmobiliaria que me tenía ocupado desde hacía varias jornadas. El entramado empresarial, cuyos manifiestos fines defraudatorios saltaban a la vista, se configuraba como una red tentacular que extendía su influencia en los más diversos ámbitos de la actividad comercial, entendida ésta en su dimensión más puramente crematística. Había desde empresas dedicadas al sector inmobiliario (quizás las más obvias) hasta sociedades cuyo objeto social venía definido por complejas menciones a la investigación genética y, desde luego, también alguna que otra discreta empresa del mundillo del fitness, lo que -lógicamente- llamó especialmente mi atención, por cuanto que, como acabo de referir, la breve charla con Harey me había predispuesto de algún modo a observar receloso dicho sector de actividad. La prueba fehaciente de la existencia de una conjura estafadora venía constituida por los peculiares nombres que todas las mencionadas sociedades habían recibido de sus -por el momento- anónimos fundadores. Así, todas las mercantiles que integraban la trama tomaban sus nombres de personajes de La Guerra de las Galaxias: Chiwaka, S.L., R2D2, S.L., Darth Vader, S.L., etc. Estaba cerrando el cerco sobre Emperator, S.A., la que parecía empresa holding del grupo, cuando un mensaje de Harey si me sacó de mi abstracción mercantil: "quisalas, stoy bien. vamos d convivencia a 1 campamento q se llama Ewok. seguro q es 1 rollo, luego t llamo. bsos" La lectura del mensaje supuso un durísimo revés para mi depauperada integridad moral. Me apresuré a comprobar la certeza de las sospechas que rondaban mi ánimo.


Atrapada en la red empresarial



No había ninguna duda: una de las empresas de la trama Ewok, S.L., con sede en las inmediaciones de Barcelona, se dedicaba a la organización de eventos ludicos en el marco de la empresa. Es decir, rafting por equipos, barranquismo, guerras con pistolas de tinta china y todo ese tipo de infantiladas que con tanto afán veneran los adictos a la nueva teoría empresarial. Como Juanel. Las conclusiones que cabía extraer de las últimas revelaciones eran claras, pero me resistía a creer -aún en contra de la flagrante evidencia que obraba en mi poder- que aún alguien tan desalmado como Juanel estuviera implicado una trama como no se había visto otra en toda la historia del país y -lo que era más importante- que Harey fuese derecha a las fauces de una de las sociedades instrumentales que participaban del precitado complot ilegal. Quienes me conocen saben que no soy persona impulsiva. No obstante, como todo hijo de vecino, tengo mis límites, y no suelo amedrentarme ante situaciones que requieren actuaciones rápidas y contundentes, pues me posee esa furia española que llevó a mis antepasados a conquistar la práctica totalidad del orbe, descubriendo incluso nuevos territorios por los que extender el blasón patrio. Presa de uno de esos súbitos impulsos, tomé la firme resolución de llegar hasta el final del asunto, desplazándome a la ciudad condal si era preciso.

Juanel y un colega en el seminario.


Pocos minutos después un taxi me conducía hasta el aeropuerto de Barajas. Antes de subir al avión del puente Madrid-Barcelona tuve tiempo de mandar un mensaje -cuya brevedad y secretismo venían impuestos por las necesarias cautelas- a mi idolatrada Harey, en un desesperado intento de prevenirla frente a lo que pudiera acontecer en lo que a priori simulaba ser una apacible sesión de esparcimiento al más puro estilo Humor Amarillo, pero que -mucho me temía- bien podía ocultar otros fines espúreos, e incluso abiertamente delictivos. El mensaje rezaba como sigue: "voy xa alla. descubierto cosas sospechosas. ten mucho cuidado. tq, gatita" El avión tomo tierra sin contratiempos en el aeropuerto del Prat, y desde allí me desplacé en otro taxi hasta la dirección de Ewok, S.L. que constaba en la documentación que había consultado. Entoncés fue cuando reparé en que no iba armado, y en que -estúpido de mi- no era descabellado esperar que mi misión discurriera por unos derroteros que, muy a mi pesar, hicieran necesario, y hasta vital, el recurso a la siempre reprobable violencia física, a cuyo efecto me habría resultado ciertamente útil disponer de algún elemento disuasorio como, por ejemplo, una navaja barbera o un lanza-misiles U-640 Xtrmntr de fabricación israelí. Y aquí me veo obligado a interrumpir mi narración, no sin antes emplazarles a mi próxima carta.