28 de diciembre de 2006

Virgencita que me quede como estoy

Y ahí va mi deseo de año nuevo.


Que alegría me dio ayer el poder hablar de nuevo in person con mi amiga... Leñe, nena, ¿qué nombre tenías por aquí puesto? Voy a buscarlo... Ya, Obdulia (de Obdulia amada), y me instó a que dejara de lado mi pereza, y ya que nos vemos poco, actualizara este blog de cuando en cuando. ¡Tengo tantos proyectos chorra por la güeb (esa "red de redes" del Iker), que voy y me dejo este, que recibe una visita por día... con suerte!

Nos hemos ido desparramando todas por todos los rincones de la Galaxia, amiga. De todas formas, nunca he sido constante a la hora de contar mi vida, a no ser que medie delante una cerveza. Además, le cogí asco a Internet y me niego, todavía, a ponerme una conexión en casa. Pero tienes razón: habrá que actualizar. O eso, o darle al botón rojo. Además, no acabé las Sagas Catalanas. Y mira que pasaron cosas.

En cuanto vuelva a mi casa en ese espacio-tiempo peculiar, pegada a África, buscaré los archivos aquellos de chorradas que escribo entre trabajo y trabajo, y colgaré lo prometido.

...Le haremos un entierro vikingo, el día que falte


Ayer, después de verte embarcar en tu nave espacial Pandablu, en la insigne compañía de tu bellísima progenitora (lo digo y lo repito, estaba guapísima), me puse a caminar Wolliver hacia abajo, mientras me encogía en mi chaqueta de cazadora de vampiros, finita como un corazón.

Iba yo como siempre pensando en mis cosas (Odín, Odín, qué despiste llevo) cuando me di de morros con Fu Manchi. Tú no lo conoces, esa suerte que tienes, porque es de lo más cargante que ha parido una Górgona. Trabaja en el macrogrupo Calma, y se dedica en sus ratos libres a ser inspector político. Es de esta gente que te pide el carnet del partido antes que nada. Después de sacar la cartilla correspondiente, el visado de inmigración espacial, el curriculum vitae, la fe del bautismo y el certificado de penales, me saludó, y me preguntó por mis circunstancias.

Liaba un porro con una sustancia gomosa que se sacó de la boca mientras yo le contaba, muy a mi pesar, dónde estaba viviendo ahora, con quién, con qué finalidad, en qué trabajaba, en qué dedicaba el tiempo libre ("se ha llevado un trozo de mi vidaaaaaaa..."), cuáles eran mis actuales contactos en el mundo de los simonitas intelectuales.

Yo había perdido la práctica de soportar los interrogatorios cuando me teñí el pelo de rojo y me largué con la música a otra parte, no estaba acostumbrada a volver a casa y que me fustigaran las neuronas por la vía pública, y deseaba con todas mis fuerzas que le cayera una china en la bragueta, se electrocutara con la iluminación navideña, algún camión perdiera los frenos, que apareciera la madre que lo parió y me lo quitara de en medio, pero, ¡oh, fatalidad! allí estaba.

Y entonces lanzó el derechazo esperado. Después de ir haciéndome correr por la lona y golpear el aire, de hacer un buen uso de su juego de pies como el Nureyev, me dijo que aquella mañana me había visto en la cola del Inem.











Imagínenme en la calle hablando con esto


















Yo recordaba que allí había un nutrido y variopinto grupo de seres, todos sosteniendo su papeleta de turnos alfanumérico, esperando el premio del gordo y la asignación del mosstrador en el que esperaba el funcionario destacado al efecto para aumentar nuestras dudas. Recuerdo que mi turno empezaba por la letra D, por lo que era de suponer que existían, asimismo, las letras A, B y C. Los mendicantes nos despárramabamos por una sala en forma de tubo, y más allá, los funcionarios se sentaban en interminables mesas que ostentaban, a semejanza del SPQR, unas pantallas en las que iban apareciendo las combinaciones. Nos mirábamos los unos a los otros con cara de sospecha. Cundía la alarma cuando alguien pasaba por delante de otras personas que llevaban allí más tiempo de espera. Yo me acuerdo, Obedulia, que te llamaba rogándote calma, porque habíamos quedado para comer y aquello se eternizaba como un especial de Operación Difunto. Pero allí no había visto a Fu Manchi. ¿Cómo, entonces, había descubierto que yo había estado allí, y por tanto, deducido que yo no trabajaba en ningún oficio respetable?¿Quién había informado tan velozmente al individuo aborrecible que yo tenía la desgracia de tener delante, y que se regodeaba manifiestamente con mi malestar y fastidio?


Fue el cojo.

Los cojos, a lo largo de toda la historia de la Literatura, han tenido un apartado especial. Son seres especiales, casi divinos, porque no apoyan sus dos pies en el suelo. Aquellos que tenemos dos extremidades o más, con las cuales nos arrastramos por el suelo, somos mortales per se que se ensucian con la tierra al tener que transitar sobre ella. Así que la cosa no me cuadraba. Guillaume, a quien yo conocía de vista y era otra víctima de Fu Manchi, había estado allí aquella mañana. Estaba bien segura de que, en ningún caso, había querido el pequeño Guillaume delatarme. Le pregunté directamente al individuo como se había enterado. Efectivamente, Guillaume se lo había contado al abogado Jagger, y éste había enviado un SMS a Fu Manchi. Jagger era un tipo raro que se dedicaba a recoger huérfanos y ponerlos al servicio de señoras ricas para que se entretuvieran, tenía un pasante que vivía en un castillo y conocía a todo el lumpen de Londres (para saber más).

Me prometí a mi misma decirle cuatro palabritas a Jagger, si mi destino no era morir de asco y de frío delante del kebab-mexicano que enmarcaba la conversación con el sapo maloliente de Fu Manchi, que miraba sin disimulo la parte superior de mi tórax y escupía flemas en la acera. Entonces no pude más y saqué mi silbato Xilotone (marca registrada). Fu Manchi, aterrado, dio unos pasos hacia atrás, calculando la distancia intermedia para iniciar la evasión o para saltar sobre mí y arrebatármelo de las manos.

Yo, que además de hermosa puedo ser rápida y mortal como un chupito de Stroh, me di el lujo de sonreír con malicia antes de soplar el invento. De inmediato, las ráfagas de la inefable melodía de Luis Aguilé barrieron la acera. Varios vehículos volcaron. Miríadas de papeles y de publicidad navideña volaron por la calle hasta estrellarse en los morros de Fu Manchi. El porro se consumió hasta sus ennegrecidos nudillos, la boca se le abrió y se le hincharon los carrillos como el Hindenburg. Finalmente salió despedido mientras aún se oía atronar entre los edificios:


Tu que estas lejos de tus amigos
de tu tierra y de tu hogar
y tienes pena, pena en el alma
porque no dejas de pensar
tu que esta noche no puedes, dejar de recordar
quiero que sepas que aquí en mi mesa para ti tengo un lugar

Por eso y muchas cosas más
ven a mi casa esta Navidad
por eso y muchas cosas más
ven a mi casa esta Navidad

Tu que recuerdas quizá a tu madre
o a un hijo que no esta
quiero que sepas que en esta noche él te acompañará
No vayas solo por esas calles queriéndote aturdir
ven con nosotros y a nuestro lado intenta sonreír

Por eso y muchas cosas más
ven a mi casa esta Navidad
por eso y muchas cosas más
ven a mi casa esta Navidad


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero que sepas que aquí en mi mesa para ti tengo un lugar...
ay hermana! qué gustazo verse para contarse las penas con algún licor de por medio :) qué lastima que fuera tan cortito. Nos espera un finde juntas en algún lugar de ésta nuestra galaxia.

Me ha encantado esta entrada (cómo no me va a encantar, si sale hasta mi cachorro... le voy a hacer una foto para colgarla por aqui, como un banner cualquiera, jojo!), espero que aproveches el tirón y no lo dejes colgado otro año, ya te iré incordiando.

Aprovecho esta oportunidad que me da la gaceta para saludar cordialmente a las vecinas que no saludan, a los ex-amigos infantiles, a los exnovios inmaduros, a los camareros antipáticos, a los jefes burlones, a las viborillas de medio pelo, a los incompetentes, a los compañeros que te rajan en cuanto te das la vuelta... siento que estoy describiendo la vida misma!!

Venga, vamos a hacerlo al revés: (al estilo Patricia Conde) un beso para los camareros encantadores, los amigos que te hacen la vida agradable, los compañeros que parecen leales, los jefes que de vez en cuando te perdonan que existas, la gente de sonrisa sincera, las devoluciones del dinero en la loteria de navidad, y para ese raro especimen que encontraste un día, que te hizo sonreir... y desde entonces :)

A ambos párrafos, y a mi querida Harey, les deseo todo en estos trescientos sesenta y cinco días que tenemos para estrenar.

Cuán cursi soy si me lo propongo :*

Anónimo dijo...

Por cierto,

http://www.youtube.com/watch?v=Xw1CGuxZWvo

Anónimo dijo...

Disculpame por enlazar a otra historia, pero es un video que hay con esta canción, si preciosa es la canción, el video no se queda atrás, es muy sentido. Si hay alguna pega con poner enlaces, lo quitas y punto :)

harey dijo...

Jesús, Obdulia, menudo vídeo.


XDDDDD


Lo próximo que meta tiene que ser de juzgado de guardia, para compensar.

Anónimo dijo...

Qué pasa, a mi me gusta :)
pero bueno, ya sabes... soy yo xD

Anónimo dijo...

me sumo: actualiza más a menudo

bogüi

Anónimo dijo...

japi niu yiar mrs solaris, esperamos no tener que esperar a finales de abril para tener otro post como este

cojito ergo sum